LOLAgrafía
Me llamo Carolina "Loli" Lanusse.
Tengo 50 años, un hijo maravilloso de 20 años. Estoy en pareja hace más de 15 años con el amor de mi vida, quien me bautizó como "Lola"; previo a 2 matrimonios y 2 divorcios, uno de los cuales me regaló a Nico.
No estudié en la universidad, pero hice la Universidad de la vida. Me fui de mi casa muy chica, 17 años, y me dedique al esquí por varios años, incluso hice doble temporada en Andorra en la década del 90 y Valle Nevado, Chile donde trabajaba con mi primer marido, también instructor de esquí. Deporte que amo y aprendí de muy muy chica en mi pueblo amado San Martín de los Andes, donde mis padres eligieron mudarse en 1976, cuando era una pequeña aldea de montaña de 5000 habitantes. Sufrí una caída muy fuerte en Las Leñas, antes de trabajar en Andorra y Valle Nevado, que me dejó algunas secuelas y de a poco fui dándome cuenta que el esquí no iba a ser para toda la vida. La lesión que tuve fue en la quinta cervical pero gracias a la juventud (18 años) y que estaba bien entrenada, no fue permanente. Las vueltas de la vida y el pacto que hizo mi alma antes de encarnar, porque así lo siento, hicieron que 26 años después en mayo del 2016 me encontraran un tumor en la médula a la altura de la quinta cervical.
Retomo cronológicamente. Cuando dejo las clases de esquí y la doble temporada, vivía aún en Chile y había hecho muy buenas amigas tripulantes de American Airlines y como hablaba inglés y portugués y encajaba en los parámetros para ser "azafata", me presenté a volar. En el interin me separo de mi marido chileno y regreso a Argentina, así que mi experiencia de vuelo fue desde Ezeiza los 10 años que volé. Ser tripulante significaba estar fuera de casa la mitad del mes, pues eran vuelos internacionales y eso ayudaba a que mi espíritu siempre libre no permaneciera quieto; y los días que me quedaban libres me dedicaba con quien es el papá de mi hijo y mi segundo marido, a recorrer y conocer el mundo, pues lo conocí en Dallas en el curso de entrenamiento que hicimos dos meses allá para habilitarnos a volar. El estaba terminando su carrera de abogacía así que volamos juntos dos años. Luego renunció porque le propusieron trabajar en un buffet de abogados en Manhattan. Decisión que tomamos juntos pues yo volaría mis vuelos de tripulante, cumpliendo las horas que debía a la compañía y el resto del mes me iba a NY a estar con él; tenía los privilegios de los pasajes y volar en jumpseat (asiento tripulación) en caso de vuelos llenos. Así que durante tres años volé sin parar entre el trabajo y mis idas a verlo, más algún destino de vacaciones, tanto así que debo haber hecho un par de viajes a la luna ida y vuelta en cantidad de millas :))))
Viviendo la vida loca, nos casamos en Las Vegas el 9/9/99 (las fechas y números me encantan). De hecho hoy estoy haciendo este resumen 22/2/22. Nico nació en diciembre 2001 y en 2004 ya separada de nuevo elegí volver a vivir a San Martín de los Andes a darle a él la infancia maravillosa que yo tuve. Montaña, esquí, aire libre, vida sana y deporte, sobre todo calidad y cantidad de tiempo juntos.
Siempre fui muy sana, nunca fumé, mucho deporte, comidas y hábitos saludables, fui vegetariana, experimenté técnicas de todo tipo de sanación, meditación y Yoga: práctica que completó todo lo que fui absorbiendo como esponja en la diversidad de experiencias y me ayudó con su disciplina a adoptar hábitos y enseñanzas que me marcaron un rumbo y ordenaron mi búsqueda interior. Como cada lugar y persona que conocí en mis viajes por el mundo que me dejó una enseñanza y algo que me fue nutriendo y fortaleciendo para prepararme a lo que viviría en 2016.
Sin tener un solo síntoma y estando muy fuerte físicamente me encontraron un tumor (ependimoma) en la médula espinal a la altura de la quinta cervical. Fue un hallazgo, ya que nada indicaba lo que tenía en el lugar más sagrado del cuerpo humano, el canal de la vida, como me gusta llamarlo. Era una bomba de tiempo que si no la detectaban ,muy probablemente no contar el cuento era lo que pasaría. Pero mi alma lo trajo a mi vida para algo muy bueno y mucho más grande de lo que yo podía imaginar porque a pesar del dolor físico y emocional que experimenté, más la rehabilitación que fue durísima (tuve que aprender de nuevo todo como un bebe, con la diferencia que tenía que buscar en algún lugar de mi mente la info que sabía que estaba). Era agotador mentalmente pues con la info recibida por los terapeutas que me asistían, yo hacía un ejercicio mental visualizando lo que me decían o indicaban, lo imaginaba a ojos cerrados para luego intentar "hacerlo". Para dar un paso por ejemplo, además de todo eso tenía que mirar a los pies para darles la orden, sino los miraba no se movían. Y así con cada gesto o pequeño movimiento. Así como un bebe , necesitaba dormir y descansar porque todo me demandaba mucha energía física y mental.
Aprendí de nuevo a caminar, para todo dependía de alguien, me bañaban, peinaban, vestían, me movía en silla de ruedas y en una moto eléctrica para discapacitados que la apodamos "La Loleta" que me dio la libertad al encierro del primer tiempo, mi casa toda se adaptó a mí. Una silla eléctrica para subir y bajar escaleras, el baño adaptado, la cama adaptada y así con todo (por ejemplo, para peinarme al cepillo se le agregó un suplemento de goma espuma tipo caño bien grueso ya que no podía cerrar bien las manos para tomarlo). Siempre estaba acompañada por alguien que me asistía, pues dependía totalmente.
Descubrí el valor de la amistad verdadera, pues mis amigas me acompañaron a Buenos Aires a la cirugía en el Fleni y se quedaron conmigo siempre. Elegí no quedarme en Fleni Escobar para hacer la rehabilitación asumiendo las consecuencias que eso podía traer pues en San Martin de los Andes no hay centros de rehabilitación para la gravedad de lo que yo había tenido. Confié en que la gente que llegara a mi vida a ayudarme y asistirme sería la que tenía que estar conmigo, pero sobre todo sabía en mi corazón que tenia que volver a mi lugar en el mundo a reencontrarme conmigo en mi casa y rodeada de mis afectos y mis cosas. Lo que más me impulsaba era que Nico tuviera dentro de lo posible su vida normal con su mamá al lado y en su casa. Bastante ya había explotado su mundo también viendo a su mamá postrada y rota totalmente. Una mamá con la que a sus 14 años había vivido siempre ( me separé de su papá cuando él tenía 1 año y 4 meses) y compartido una vida juntos esquiando, andando en bici, viajando, yendo al lago, acampando, un sinfín de experiencias juntos compartidas. Así que confié y la gente buena apareció, un equipo de gente maravillosa que me ayudó cada día a salir adelante y mi enfermero favorito como le digo yo a Jorge que con todo el amor del mundo me asistía de día y en especial en las noches, que era muy complicadas.
Creo que mi capricornio ayudó mucho a que sea tan ordenada y prolija con todo. Eso y mi cabeza dura, me sacaron adelante. Todos los días me proponía algo aunque fuera muy pequeño y así fui logrando cosas. Un paso, peinarme, prenderme el corpiño que fue todo un aprendizaje porque si bien sabía hacerlo, no tenía motricidad fina. Al escribir, la letra que hacía era gigante y de nuevo, como en el cepillo del pelo, hubo que ponerle al lápiz un suplemento para que mi mano pudiera tomarlo, cosas tan simples que no prestamos atención en el día a día. El día que logré subir un peldaño de la escalera fue una explosión de alegría, quería seguir y me frenaban porque me agotaba pero todo lo que me proponían, procuraba hacerlo dos o más veces.
El 4 de agosto de ese año 2016, a menos de tres meses de mi cirugía, le pedí por favor a mis amigas que me llevaran a esquiar con el sistema de esquí adaptado. Necesitaba sentir la montaña y la nieve, sabía que algo internamente iba a cambiar, en contra de la opinión del cirujano que me operó y rogando para que me dejaran hacerlo, me subieron a Chapelco con mi collarín cervical y en silla de ruedas. Salir de casa en camioneta y a la montaña después de tres meses de encierro fue mágico y al llegar a la base de Chapelco no podía parar de llorar de alegría. Cuando pasaban cosas así mi cuerpo empezaba a temblar tanto como en un ataque de epilepsia, que me dejaba agotada. A pesar de todas esas trabas y dificultades me sentaron en el esquí adaptado, (yo no sentía desde la tira del corpiño para abajo y los dedos meñique, anular y medio) que está preparado para eso. Me llevaron apara que me deslizara sobre mi tan amada nieve. Fue tanta la energía que generó mi cuerpo que sentí que las inas (endorfinas, serotoninas, dopaminas, oxitocinas) explotaban!
Así que decidí dejar toda la medicación que me daban desde el día de la cirugía, la que tomaba muy a mi pesar pues la rechazaba y no necesitaba químicos en mi cuerpo. Pero entendía que recién salida de semejante cirugía debí hacerlo al principio, pero a los tres meses y con esa experiencia maravillosa no necesitaba más. Imagínense la cara del médico y de todos en general. Yo estaba convencida y cuando algo se me mete en la cabeza nadie puede sacármelo. Así que ese día empezó mis terapias alternativa con acupuntura y gotas de cannabis. Una muy amiga mía venía a casa para hacerme acupuntura. Y sólo en los lugares del cuerpo en los que podía hacerlo pues solo podía estar boca arriba. Esos momentos significaron para mí un punto de inflexión. (Continúa en Blog)